La persuasión en ma era digital

La persuasión es una forma de influencia social que se manifiesta cuando un emisor intenta modificar las actitudes, creencias o comportamientos de un receptor mediante la transmisión de un mensaje. Se trata de un proceso psicológico y social complejo, cuya efectividad depende tanto de las características del mensaje como de las condiciones del receptor, incluyendo sus emociones, creencias previas, contexto cultural y nivel de implicación con el tema. Persuadir no es simplemente convencer; implica un cambio interno que puede ser duradero o transitorio, dependiendo del camino de procesamiento del mensaje: central, cuando se analiza racionalmente el contenido, o periférico, cuando el mensaje impacta a través de elementos como la autoridad del emisor o la emoción generada (Petty y Cacioppo, 1986). Esta dinámica ha sido estudiada desde diversas disciplinas, y en la actualidad, se resignifica a la luz de los entornos digitales, donde la exposición a información, imágenes y discursos persuasivos es constante y omnipresente.

El desarrollo de la economía digital ha reconfigurado los mecanismos de persuasión. Desde la invención del transistor en 1947 hasta la consolidación de internet, la humanidad ha transitado hacia una nueva era dominada por lo digital. Esta transformación ha modificado nuestras formas de comunicarnos, aprender, consumir y construir sentido. En este entorno, la persuasión se adapta y se intensifica: las redes sociales, los motores de búsqueda y las plataformas de streaming no solo ofrecen contenidos, sino que los diseñan estratégicamente para captar la atención, moldear preferencias y promover determinados comportamientos. La psicología, dentro de este escenario, no solo analiza cómo persuaden estos dispositivos y contenidos, sino también cómo afectan al desarrollo de la subjetividad y al ejercicio de la autonomía. Como lo expone la UNCTAD (2024), la economía digital ha convertido los datos en el nuevo recurso de poder y rentabilidad, siendo la persuasión una herramienta clave para captar usuarios, mantener su atención y dirigir sus decisiones de consumo.

En paralelo, la construcción del bienestar en esta era digital se vuelve un proceso inestable y desafiante. Las identidades se experimentan ya no solo en el plano físico, sino en entornos virtuales donde se presentan como nómadas, fragmentadas y múltiples. Esta descorporización de la identidad permite una exploración más libre del ser, pero también plantea interrogantes sobre la autenticidad, la autoestima y el impacto psicológico de habitar mundos donde la comparación social, la validación externa y la hiperexposición son moneda corriente. La búsqueda de bienestar se ve atravesada por estas dinámicas digitales, donde la imagen, la productividad y el rendimiento personal son constantemente evaluados y retroalimentados por algoritmos. Como señala Feldman (2020), esta nueva configuración identitaria puede llevar tanto a una expansión de posibilidades subjetivas como a nuevas formas de vulnerabilidad psicológica.

Los algoritmos, en este contexto, no son herramientas neutrales. Representan una forma de poder que incide directamente en los procesos de persuasión y control social. Son estructuras matemáticas capaces de predecir comportamientos, priorizar información y moldear lo que cada usuario ve, piensa o cree. Este poder invisible organiza nuestras experiencias digitales a través de la lógica de la personalización, segmentando audiencias y reforzando burbujas de información. El problema no radica solo en la existencia de estas herramientas, sino en su opacidad y en la concentración del poder en quienes las diseñan y gestionan. Como advierte Eje21 (2020), el dominio algorítmico redefine los conceptos de riqueza y pobreza, creando nuevas formas de exclusión informacional, manipulación de creencias y erosión del pensamiento crítico. De este modo, la persuasión en la era digital no solo se ejerce a través de mensajes explícitos, sino mediante sistemas que controlan el acceso a la información y dirigen la atención sin que el usuario lo perciba.

En definitiva, la persuasión ya no es un acto aislado entre emisor y receptor, sino una red compleja de interacciones mediadas por tecnologías, algoritmos e identidades en construcción. La economía digital ha amplificado el alcance y la sofisticación de los mensajes persuasivos, al mismo tiempo que transforma nuestras formas de ser, estar y sentir en el mundo. Frente a este panorama, se vuelve urgente desarrollar una mirada crítica que permita reconocer cuándo y cómo somos persuadidos, y qué consecuencias tienen estos procesos para la autonomía, el bienestar y la democracia. La psicología contemporánea tiene el desafío de no solo describir estos fenómenos, sino también intervenir éticamente en su análisis y regulación, promoviendo una alfabetización digital que nos permita navegar el mundo virtual con mayor conciencia y responsabilidad.



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