Conflicto y Pacificación
La comprensión del conflicto desde una perspectiva psicosocial es un campo amplio y complejo que exige un análisis integrador de factores psicológicos, sociales, históricos y culturales. En este ensayo se abordan distintas conceptualizaciones del conflicto desde tres grandes ejes: enfoques de orientación psicológica, enfoques de orientación social y aportaciones relevantes como las de Ignacio Martín-Baró y la Psicología de la Paz. El objetivo es ofrecer una visión integral que permita entender el conflicto no como una simple confrontación entre intereses, sino como un fenómeno profundamente enraizado en las dinámicas estructurales y simbólicas que constituyen a las sociedades.
Desde una perspectiva psicológica, el conflicto puede entenderse como un proceso interno que surge ante la percepción de incompatibilidades entre metas, valores o necesidades. Esta orientación pone énfasis en las emociones, las cogniciones y los mecanismos individuales que se activan cuando una persona experimenta tensión o amenaza frente a una situación ambigua o desafiante. En este sentido, los conflictos interpersonales se explican desde factores como la comunicación deficiente, las expectativas frustradas o los estilos de afrontamiento inadecuados. Sin embargo, limitar la explicación del conflicto a lo intrapsíquico resulta insuficiente cuando se considera que muchos de estos procesos se encuentran mediados por el contexto social en que se desarrollan.
De ahí la necesidad de incorporar una mirada social al análisis del conflicto. Este enfoque considera al conflicto como un producto de las relaciones de poder, desigualdad y exclusión que atraviesan a los grupos humanos. Los conflictos sociales no surgen simplemente por diferencias de opinión o personalidad, sino por la existencia de estructuras que generan asimetrías persistentes en el acceso a recursos, reconocimiento o participación. El conflicto se convierte, entonces, en una forma legítima y muchas veces inevitable de resistencia frente a situaciones de injusticia estructural. Desde esta óptica, la violencia no es solo un fenómeno físico o directo, sino también simbólico y estructural, como lo plantea Galtung en su teoría sobre la violencia.
En este marco teórico, resulta imprescindible mencionar la figura de Ignacio Martín-Baró, psicólogo social salvadoreño que realizó aportes fundamentales a la comprensión del conflicto desde una perspectiva crítica y comprometida con la realidad latinoamericana. Para Martín-Baró, la psicología no puede ser ajena a las condiciones históricas y políticas que configuran la vida de los pueblos. Propuso una “psicología de la liberación” orientada a desmontar los discursos ideológicos que perpetúan la opresión y el silencio de los sectores marginados. En su análisis, el conflicto no es una patología social a eliminar, sino una manifestación legítima de la lucha por la justicia y la dignidad. Al denunciar el papel de la psicología tradicional como reproductora del statu quo, llamó a los profesionales a asumir una posición ética y política en defensa de los oprimidos, reconociendo que el objeto de estudio de la psicología social lo psicosocialestá profundamente entrelazado con el entramado de poder, resistencia e ideología.
A la luz de este enfoque crítico, adquiere relevancia la Psicología de la Paz, una subdisciplina que investiga las causas profundas de la violencia y promueve estrategias para la transformación pacífica de los conflictos. Esta corriente no se limita a la prevención de la violencia directa, sino que también aborda la violencia estructural (como la pobreza, el racismo o el patriarcado) y la violencia cultural (creencias, símbolos y discursos que legitiman el daño). Su objetivo es alcanzar una “paz positiva”, entendida no solo como la ausencia de guerra, sino como la presencia activa de justicia, equidad y bienestar para todos. Este enfoque implica el desarrollo de capacidades para la mediación, el diálogo intercultural, la reconciliación y la memoria histórica, especialmente en contextos de posconflicto.
Así, la Psicología de la Paz se sustenta en cuatro pilares interrelacionados: la investigación científica, que estudia los factores psicológicos implicados en la violencia y la paz; la educación, que promueve valores prosociales y habilidades de resolución de conflictos desde edades tempranas; la práctica, que aplica estos conocimientos en intervenciones concretas; y la promoción, que aboga por políticas públicas orientadas al bienestar colectivo. Este paradigma se alinea con un modelo de psicología comprometido socialmente, centrado en la prevención de la violencia y la construcción de culturas de paz.
Finamente, el conflicto no debe ser visto simplemente como un problema a evitar, sino como un fenómeno inherente a la vida social, que refleja tensiones profundas entre intereses, identidades y estructuras de poder. Abordarlo desde una perspectiva psicosocial implica reconocer la interdependencia entre lo individual y lo colectivo, lo subjetivo y lo estructural, lo emocional y lo ideológico. Las contribuciones de la psicología crítica y la psicología de la paz nos invitan a repensar el papel del psicólogo no como técnico neutral, sino como agente activo en la transformación social. En tiempos marcados por la polarización, la desigualdad y la violencia, estas reflexiones cobran una urgencia ética y política ineludible.
Comentarios
Publicar un comentario